La oruga más chunga

Una oruga verde se arrastraba tranquila por las vías del tren, a escasos centímetros de un objetivo fotográfico que la vigilaba. Mirando a través del visor, Víctor veía aquel diminuto insecto. Entonces apartó la vista.

—¿Pero qué…? —dijo.

Le había parecido ver a la oruga haciéndole un corte de mangas. Volvió a mirar a través del objetivo. El bicho continuaba su lento camino.

Sonó la bocina del tren. Víctor se giró y lo vio acercarse rápidamente. La oruga se arrastraba, pero era demasiado lenta para huir. El chico contempló a la oruga, que ahora le miraba, y conmovido, se apresuró a salvarla.

—¡AH! —gritó cuando le mordió el dedo.

La oruga siguió haciendo gestos obscenos hasta que el tren le pasó por encima. Víctor, aliviado y confuso, se dio la vuelta para irse. Pero cuando el tren se fue, no pudo ver que la oruga seguía allí, mirándole con ira.

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