Marchante de Arte

María entró en el estudio. Como marchante de arte moderno María visitaba a muchos artistas para conocer sus lugares de trabajo. Quería saber cómo se organizaban, cómo se inspiraban o qué querían expresar en sus cuadros. Sus lugares de trabajo decían mucho más que los nombres de los cuadros, las descripciones, o las propias explicaciones que los artistas daban.
Sinceramente y, nunca se lo había comentado a nadie, no se fiaba de lo los artistas modernos  llamaban ‘arte’. Muchos cogían la paleta, mezclaban colores a brochazos y vendían sus obras como arte conceptual donde expresaban ciertas emociones, que, según María, eran inventadas, leídas en algún libro o directamente copiadas. Solo visitando sus estudios podía saber si eran verdaderos artistas o habían venido a hacer dinero.
Este parecía de los buenos. El estudio estaba desordenado y sucio. Las obras reposaban en cualquier esquina, unas encima de otras, en las paredes colgaban obras míticas como La persistencia de la memoria de Dalí mezcladas con obras modernas de Frida Kalo, los planos del helicóptero de Da Vinci o la foto de Elon Musk. Todo artista o todo genio tenía un lugar en su corazón. Eso le gustaba a María, los buenos artistas se inspiraban en los más grandes, y nunca se comparaban con ellos o se creían iguales o más que sus personalidades.
Dos puntos a favor. María tenía una pequeña lista mental con cinco apartados. Si el artista cumplía cuatro o más, invertía en él. Si no, por mucho que fuera cotizado en el momento, sabía que no sería una inversión a largo plazo. Por tanto, le quedaban 3 puntos a analizar. Los dos que ya tenían un tick mental, eran los relacionados con el estudio, pero le faltaban los que necesitaban ver al artista trabajar.
Una vez que vio al artista empezar con la obra, tardó menos de dos minutos en saber que ese no sería una inversión. Para comenzar, hizo un boceto de la obra en un papel. Bien, pues eso ya le indicó a María que la obra carecería de profundidad, profundidad en el sentido de expresividad, el cuadro no transmitiría nada. Simplemente, había dibujado según le iban viniendo líneas a la cabeza, sin ningún sentimiento.
Aún podía optar, ya que solo hacían falta 4 puntos para formar parte de sus colecciones. Pero no. Según empezó a pintar la obra en cuestión y ver su técnica, le hizo una pregunta. ¿Tus padres eran artistas? La respuesta fue afirmativa. Ya entendía por qué en estudio le había engañado. Había heredado la reputación, pero no así el don. No tenía madera de artista, no la había tenido y no la iba a tener. Simplemente, quería aprovechar que tenía el camino aplanado por la trayectoria que habían tenido sus padres.
El quinto punto no se molestó en averiguarlo. Era el que más tiempo y energía le llevaba, y tenía más artistas emergentes que visitar. Lo que hacía a María una muy buen marchante de arte era su lista. Y esta vez tampoco le había fallado. La lista era superior a todo, la moda, la fama o la intuición. La lista no le fallaba.

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